Heart of Darkness
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Estación: Otoño.
Meses: Septiembre, Octubre, Noviembre, Diciembre.

Temp. máx.: 15ºC.

Temp. min.: 6ºC.

Luna llena: 6 de Septiembre, 12 de Octubre, 15 de Noviembre, 10 de Diciembre.

Principio de Curso: 16 de Septiembre.
Ambientación
Nos encontramos en 1942, en Hogwarts, un colegio mágico donde los jóvenes magos y brujas de todo Reino Unido e incluso de fuera se preparan para convertirse en el futuro del mundo mágico tal como lo conocemos. Como siempre, Hogwarts está considerada como una de las más importantes academias mágicas en todo el mundo, por eso mismo se valoran mucho a los magos y brujas que salen del mismo colegio de magia y hechicería. Armando Dippet, el director, en un alarde de innovación y viendo cómo estaban las cosas en el mundo mágico, fuera de Gran Bretaña decidió añadir dos nuevas asignaturas a enseñar en Hogwarts, asignaturas impartidas en dos de los colegios de magia más importantes junto a Hogwarts como son Beauxbatons y Durmstrang, siendo las propias asignaturas, Magia defensiva y ofensiva y Artes oscuras. La mayoría de magos siempre que aprenden sobre las Artes Oscuras se dan cuenta de lo perjudiciales que pueden ser y la mayoría deja siempre de tener esa curiosidad por utilizarlas, claro está que hay excepciones, pero así se evitaría que mucha gente las intentase aprender por su cuenta sin saber ni conocer los riesgos y consecuencias de las mismas... Por otro lado, la magia defensiva y ofensiva era una salida para arreglárselas fuera del colegio con todos esos magos y brujas intentando hacer el mal, sobre todo a los nacidos de muggles, mestizos o incluso de sangre pura que tolerasen a los propios impuros de sangre.
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Mensaje por Alice I. Slytherin Dom Sep 28, 2014 10:19 pm

El verdadero corazón es siempre ciego e inalcanzable, y nunca cuerdo. El corazón nunca es jactancioso. Nunca es rudo o egoísta. Nunca es rencoroso ni cruel. El verdadero corazón cumple todas las expectativas, aun cuando nadie puede verlas con claridad. Pero llega un punto donde aquel estúpido corazón explota, se retuerce, se corroe con el pasar de los años y cae marchito en las manos de cualquiera. Agoniza, muerde, lucha. Y nadie es capaz de escucharlo. Se enfría, se transforma, se llena de maldad y de remordimiento. Y el muy maldito te afecta, te tortura con sus cuentos y terminas bajo metros y metros de tierra. Inalcanzable, te afecta la realidad que no puedes comprender.

Qué estúpidos son los hombres: nacer no piden, vivir no saben y morir no quieren. El corazón, y cualquier cosa que forme parte de uno, en algún momento se rompe. Alice hubiera querido nacer en otra época, con otro tipo de ética... Alguna en donde si algo se rompía se arreglase y no se tirase a la basura. Y a veces hubiera querido no existir... y nada de eso era un interrogante, era una aseveración. Quizá se encontrase mejor en otra vida, quizá reencarne en una especie desarrollada en contra del dolor. Pero por otro lado, comprendía que la vida estaba llena de maldades: malas lenguas, envidia, desprecio, ignorancia, estupidez, incomprensión, terquedad, competitividad excesiva y demás cantidades que hacen ver a la felicidad como algo mínimo. Alice no iba a encontrar la felicidad por mucho que la buscase.

Toda esa tensión vivía acumulada en el pequeño hueco en su pecho, allí, entre el pulmón derecho e izquierdo, inclinado ligeramente hacia este último. Los rumores eran lo peor para ella. Alice tenía una reputación que mantener, un status social que no debía de verse afectado por lo que hacía o dejaba de hacer... pero lastimosamente si lo hacía. No podía dejar que un estúpido joven arruinara todo por lo que ella había luchado, pero tampoco podía dejarlo a él. Aquel joven se había introducido bajo su piel, era su droga y el único escape de lo que conformaba su vida. Sus ojos vagaban entre los alumnos que le observaban con atención, de lejos, pues ninguno se atrevía a acercarse. "¡Estúpidos, malditas escorias!"

Alice se sentía sucia con tan solo aquellas miradas clavándose en su silueta. Pero ¿Y cómo no mirarla? Sus curvas eran notables y sus caderas se movían al compás que sus pies avanzaban sobre el pasillo dirigiéndose a un joven apoyado contra la pared mientras no dejaba de hablar con una rubia. Alice no podía creer lo que veía. Colocó los ojos en blanco al notar que la rubia se enrojecía ante la sonrisa libidinosa del Slytherin. Alice estaba celosa, no de que el joven estuviera hablando con aquella inocente si no de la normalidad que poseía la rubia. Seguramente no debía lidiar con una reputación, con su sangre, con una batalla eterna. Asquerosos sangre sucias ¿Por qué no podían dejar de existir y le ahorraban el hecho de enfrentarlos?

La peor batalla siempre sería entre lo que sabemos, y lo que sentimos. Alice sabía que era un pecado. Lo había sabido cuando nació, lo había sabido cuando sufrió, lo había sabido cuando utilizó a los que le rodeaban. Alice era la viva personificación de los siete pecados capitales: Gula, a la hora de cenar cuando era pequeña, intentando borrar su dolor y evitar todo lo que le rodeaba engullendo lo que tenía a su paso; Avaricia, víctima del poder y ansiando este a través de la sangre de muchos; Lujuria, por desear algo tan apasionadamente que sabía no podía obtener; Vanidad, y este seguramente era el que mejor portaba. Alice siempre quería ser reconocida por sus méritos y nunca recibía siquiera una muestra de cariño; Ira, llena de resentimiento hacia quienes destruyeron su vida; Tristeza, que le llevó al punto de querer terminar con su vida en varias ocasiones; Pereza, por no querer desperdiciar energía en buscar una forma de huir, de cambiar su forma de vivir; y sobre todo Orgullo, terquedad, obstrucción del pensamiento cuerdo que pocas veces portaba.

- Keane. - La sonrisa de la rubia desapareció de su rostro y los ojos del joven a su lado recorrieron sin piedad las curvas de la Slytherin. - Conmigo, ahora. - sentenció Alice, sin siquiera dirigir su mirada a la amiga de su compañero. Se dio la vuelta con la cabeza en alto, apretando los libros que portaba bajo sus senos y se dirigió hacia el único lugar donde sabía estarían tranquilos. Alice se detuvo frente a una pared, cerrando los ojos y aferrándose a el deseo de que apareciera aquel espacio donde podría poseer tranquilidad. Al abrir sus párpados, la puerta de la sala de los menesteres apareció ante ella y su compañero. Unos minutos después estaban dentro, completamente solos. Sus ojos, llenos de lujuria e ira, se obligaron a recorrer a la sala que había tomado la forma de una típica habitación de hotel con una gran cama en medio. Malditos pensamientos, malditas necesidades.

Negó con la cabeza, soltando los libros y se dirigió hacia el joven señalándole con el índice - ¡TÚ! - gritó, provocando un eco ensordecedor. - ¿Le has dicho a alguien lo nuestro? ¡Maldita sea! ¿¡En que pensabas!? - Frunció el ceño y lo abofeteo antes de que pudiera decir una palabra. - ¡Imbécil! - continuó. Fuerte. Alice le decía a él y a quien sea que era lo suficientemente fuerte como para soportarlo todo. Pero no tenía que pelear, no tenía que estar siempre en lo correcto. Se obligó a calmarse y a sentarse en la cama, respirando agitadamente. - Dime que tú no le has dicho a la escoria de Riddle porque juro que te mataré con mis propias manos. - murmuró, apretándose la sien con los dedos para aliviar la opresión que sentía en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún órgano físico, pero que era casi asfixiante, insoportable. Ahí, en el pecho, cerca de la garganta, ahí debía estar su propia alma, hecha un ovillo.


Última edición por Alice I. Slytherin el Miér Oct 01, 2014 6:18 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Robert A. Keane Mar Sep 30, 2014 7:30 pm

Agonizaba, desde que aquella mañana había vuelto a tener aquella pesadilla donde el licántropo me acechaba en el bosque; había pasado de huir de la criatura mágica sin llegar a una zona segura a acabar humillado con aquella marca en el omoplato, acabando marcado con la maldición de la luna, la cual no podría evitar ni aunque tuviese la mentalidad adecuada para combatir aquella sensación. Sentía mis músculos al borde del colapso a sabiendas que la próxima noche de luna llena acabaría corriendo por el bosque como un animal sediento de sangre, como un sucio y burdo extraño que no era merecedor de la casta de los Keane, que no podría ser alguien de provecho ni aunque quisiera porque la maldición pesaría sobre mis hombros desde que me alcanzó la mano del destino hasta que mi existencia finalizase con la propia sentencia en décadas.

Suspiré y dediqué aquellos momentos de la mañana a despejarme, a evitar pensar en ello y al final me puse a hablar con Natalie, una chica rubia y muy guapa, muchos contaban que era semi-veela aunque desconocía si aquello era verdad o no, tampoco es que me importase mucho en aquel preciso instante. Aunque lo que me comentaba me sorprendió y llamó mi atención más que cualquier otro tema con relación a la pureza de sangre e erradicar a aquella basura que empezaba a infestar el colegio no pude evitar interrumpirla para cerciorarme de los hechos-¿Quieres decir que es cierto?-le pregunté intrigado aunque no alcancé a escuchar su respuesta. Antes de que la rubia pudiese hablar apareció Alice, irrumpiendo en la conversación, demandando mi presencia como si en aquel preciso momento necesitase algo que yo o mi propio cuerpo le pudiesen ofrecer.

Guiñé un ojo a Natalie sonriéndole con diversión-Hablaremos luego-prometí antes de despedirme rápidamente para seguir aprisa a la morena que avanzaba a paso de avestruz. Respiré hondo y anduve rápidamente hasta situarme a su lado-¿Por qué tanta prisa?-pregunté antes de visualizar los libros que portaba la chica entre sus brazos, apretándolos cuidadosamente contra su pecho. Desvié la mirada al darme cuenta del lugar donde estábamos y decidí no abordarla con más preguntas por ahora; una vez dentro ya podríamos hablar largo y tendido sobre el tema en cuestión y, por alguna razón aparente dejé que Alice escogiese el escenario, aunque tampoco es que me importase mucho, ya fuera uno u otro iba tener el mismo cometido que los anteriores encuentros que habíamos tenido en el interior de la Sala de los Menesteres.

Introduje las manos en los bolsillos de la túnica y una vez se abrieron las puertas hacia el lugar me encaminé al interior observando realmente interesado el escenario que había dispuesto para aquel encuentro. Me encogí ligeramente de hombros y enfoqué mi mirada en la suya antes de ver como soltaba los libros y se acercaba peligrosamente a mi persona-Yo-susurré mientras alzaba una ceja en señal de interrogación ¿Qué diablos le pasaba por la cabeza a esa joven? Definitivamente no lo sabía, pero era mejor intentar esperar y escuchar lo que ella me comentaba antes de atacarla sin motivo aparente.

Abrí la boca ante aquella acusación, aquel ataque tan gratuito que ni siquiera me dio tiempo de responder ¿Qué yo le había contado a alguien lo nuestro? Intenté hablar o articular algún sonido, pero antes de darme cuenta de ello me había abofeteado. Apreté la mandíbula y, sacando las manos de los bolsillos de la túnica, le devolví el golpe con decisión-¿Con quién te crees que estás tratando?-espeté con odio mientras la fulminaba con la mirada. Dudaba de que le había pasado pero no tenía ganas de ser un paño de lágrimas. Pero, ante todo pronostico, la chica se calmó sentándose en la cama, su respiración denotaba el humor que traía consigo, aunque la pregunta que dejó tras sus palabras tocó fondo en mi interior-Claro, sobretodo porque a quién me apetecía más contárselo es a Tom-espeté con ironía negando rápidamente con la cabeza. Di un par de pasos en su dirección y bufé-Yo no se lo he contado-me sinceré mientras me quitaba la capa que portaba situándola sobre el perchero de la habitación, como si se tratase de una actividad cotidiana, es decir, que hacía a diario.
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Mensaje por Alice I. Slytherin Miér Oct 01, 2014 6:18 pm

Muchos dicen que nunca hay que desistir porque alguien puso un punto en tu vida, que hay que recordar que después de un punto viene un espacio, y después de un espacio llega una nueva historia por vivir. - ¡Joder! – Alice se levantó hecha una furia y le empujó contra una pared - ¿Por qué siento que me mientes? – preguntó mientras le acorralaba, colocando una mano a cada lado del cuerpo del joven. La mayoría de las personas se encogían ante su presencia, y Alice estaba muy al tanto de ese efecto que provocaba tanto en hombres y mujeres. Su mirada furiosa recorrió al Slytherin de arriba hacia abajo, y viceversa, una y otra vez. Nunca había que anticiparse al resultado, porque entonces no se vería el verdadero significado de lo que ocurre y no podrán recibir la emoción de lo inesperado. Y eso le encantaba a Alice pero también la devastaba.

Era apasionante cuando dos polos opuestos se atraían, tan excitante como montar en una montaña rusa o vagar por los ríos más peligrosos del mundo. A la joven Slytherin no le gustaba planear cada situación, tomar detalle de todo lo que ocurría, esperar el momento justo para actuar... ella simplemente lo hacía. Podía conocer los hechos, pero no necesariamente comprenderlos, y eso era algo que la hacía única en muchos aspectos. No podía entender por qué últimamente la vida no le estaba sonriendo. Parecía un sueño, porque a veces la demarcación entre los sueños y la realidad se volvía borrosa.

- Estoy segura de que has abierto tu estúpida bocota. – sentenció, mordiéndose el labio inferior con fuerza. - ¿No has escuchado los jodidos rumores? - preguntó, desconcertada. - Oh, claro que no... ¡Porque el señorito le estaba proponiendo a la rubia zorra de piernas largas acostarse con el alguna de estas noches !– El puño de Alice impacto en la pared, justo al lado de la cabeza de su compañero. Se alejó unos pasos, de espalda, y le observaba con atención sobre el hombro izquierdo. – Si no has sido tú, alguien ha salido con el rumor. – Alice soltó un bufido, cruzándose de brazos.  Su camisa estaba arrugada y fuera de la falda, con torpeza logró que sus manos encontraran el nudo de su propia corbata y la desató, haciéndola caer al suelo. Volvió a sentarse en la cama, masajeando su sien constantemente. – He estado pensando… - murmuró luego de unos minutos en silencio. – Creo que lo mejor es detener esto. – Pero ni siquiera había podido llegar a analizar las palabras que se desprendieron de sus labios. Alice sabía que de ser así, ella no podría superarlo. Sus ojos se encontraron con los ajenos, incrédulos, como si fueran una luz potente que irradiaba calor directo en el fondo de su alma. Otra vez le parecía increíble esa manera de afrontar la vida que tenía él. Pero entre Alice y Robert existían muchas diferencias a pesar del estado que compartían. Para él, Alice era una aventura, una más de tantas otras que compartían su cama. La joven Slytherin iba más allá de eso, lo utilizaba, se beneficiaba con sexo sin compromiso para descargar sus tensiones y evitar afrontar sus problemas. Era una cobarde., y lo sabía, y eso le hacía no poder dejarlo. - ¡Maldita sea! ¡Al diablo con todos! – gritó, dejándose caer en la cama, aferrándose a las sabanas y fijando su mirada en el alto techo. No sabía quién estaba peor… Si él, que venía y se iba; o ella que cada vez que él se marchaba lo volvía a esperar.

Tenía una reputación que mantener. Cueste lo que cueste.
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Mensaje por Robert A. Keane Miér Oct 01, 2014 8:51 pm

Las maldiciones que ella prodigó al aire fueron bastante impactantes para mi persona, puesto que ver a una damisela comportarse de esa forma no era posible producto de la época en que nos encontrábamos y, teniendo en cuenta de quién se trataba; todavía era más raro que se comportase así. Sin embargo, no dije nada, todo el mundo estaba en su derecho a explotar una que otra vez, sino.. que me lo dijeran a mi, que explotaba al menos unas cuatro veces al día como mínimo. Decidí no prestarle más atención de la precisa a Alice pensando en que no era necesario - graso error - puesto que cuando dejé de mirarla me empujó contra la pared tomándome por sorpresa. Cada mano de la morena estaba a cada lateral de mi tronco, aunque eso careció de interés cuando toda mi atención se vio concentrada en aquella pregunta-Piensa lo que quieras-susurré con indiferencia mientras me encogía de hombros. Si no me creía una vez que había sincero no me iba creer ni la mejor mentira que pudiese inventar así que.. ¿Para que andarse con rodeos? Simplemente le decía lo que quería escuchar y pasaba al siguiente tema vitalicio.

Me crucé de brazos y esperé a la defensiva a que hiciese algo, cualquier cosa.. pero algo. Al mirarla en aquella cercanía que traían nuestros cuerpos sentía como la llama de la pasión se encendía, como las ganas de besarla, de saborear aquellos labios fruncidos iban in crescendo. La miré con lujuria escondida tras mis pupilas ya que mis actos no daban esa sensación, pero todo iba por dentro, dejando que en la superficie todo se viese en calma y, por dentro desatase la locura que empezaba a consumirme lentamente. Apreté la mandíbula ante aquello-¿Y no será que tratas de culparme de algo que has hecho tú?-pregunté sustituyendo aquellas ganas terribles de poseerla por odio, rabia y frustración.

Sentía la sangre arder y el pulso acelerarse. Sentía la necesidad de cantarle las cuarenta cuando de pronto, todo se sumió en calma, calma derivada por la confusión que generaba en mi persona la siguiente pregunta formulada-¿Qué rumores?-¿No me iba a decir que de verdad hablaban de nosotros o si? La simple idea de que pudiesen estar maquinando a mis espaldas, a nuestras espaldas, era extraño. Por otra parte, siempre nos peleábamos en público y cuando no era por una cosa era por otra. Bien podrían pensar que estábamos en una especie de relación donde todas y cada una de las escenas montadas solo componían piezas de una historia de amor. Raro, pero que se acercaba peligrosamente a la realidad o al menos, se parecía.

Ella siguió hablando produciendo que arquease ambas cejas ante su acusación-¿Acaso estás celosa?-pregunté antes de ver como le arreaba un buen puñetazo a la pared, produciendo que un leve escalofrío recorriese mi columna, se había acercado mucho.. quizás demasiado y eso llegaba a atormentarme. Una vez se separó de mi persona relajé los músculos que tenía tensos y analicé su figura mientras escuchaba sus palabras intrigado con el significado tras éstas.

Alice mostraba un aspecto desaliñado y algo perturbador, pero nada relevante en comparación con lo dijo, produciendo que contuviese el aliento y la mirase con los ojos como platos ¿Hablaba enserio? No podía tomármelo a broma aunque quisiera, pero me chocaba aquella decisión que acababa de tomar sin tan siquiera consultármelo. Solté un bufido y miré el lugar donde se había estirado acercándome a ella de forma sinuosa mientras mantenía el silencio en la habitación como aliado, quizás no quisiese ser oído, quizás quisiese tomarla por sorpresa. Al detenerme delante de la cama contemplé su cuerpo sobre colchón antes de inclinarme hacia ella, colocando mis manos sobre el colchón a tiempo que acercaba mi cuerpo al suyo. No habían palabras o excusas en aquel preciso instante, porque cuando miré sus ojos supe lo que debía hacer. Debía besarla, así que uní mis labios con los suyos como si aquella percepción de la realidad pudiese acabar con todo problema que nos rodeaba.
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Mensaje por Alice I. Slytherin Miér Oct 01, 2014 11:36 pm

- ¿Acaso sabes con quién hablas? – preguntó, enarcando la ceja derecha. Incrédula, hipnotizada por la mirada del joven era incapaz de creer lo que sus oídos acababan de escuchar. Los celos no formaban parte de su ser, y si lo hacían nunca serían en relación con un hombre. – No tengo nada de lo que estar celosa, Keane. – contestó con un arrastre de palabras. ¿¡Quién cojones se creía que era!? Cerró los ojos e intento calmarse. Aferrarse a la ira era como tomar entre las manos un carbón caliente con la intención de tirárselo a otra persona; ella misma era quien iba a terminar quemada. Alice comenzaba a pensar que su problema era que esperaba que los demás actuaran como ella lo hacía, pero no podía pretender que el joven tomara las riendas del asunto junto con ella. La Slytherin, al fin y al cabo, es quien tiene la culpa de todo. Se relamió los labios, captando con la mirada cada movimiento del joven. ¿Cómo podía alejarse de aquel hombre?

Entreabrió los labios al notar que su compañero se acercaba. Quería quejarse, alejarlo y gritarle con todas sus fuerzas… pero sabía que no podía. Alice se dejó llevar por el peso del cuerpo ajeno sobre el propio, permitiendo que su libido subiera y se desprendiera de su piel en forma de calor corporal que iba en aumento. Que le dieran a los rumores, Alice bien sabía que no debía creerlos. Un hipócrita inventa un rumor, el tonto lo difunde y los idiotas lo creen. Ella no era ninguna idiota.
Sus labios se fundieron en los ajenos. Sus manos, ansiosas, se aferraron al cuello de su compañero mientras que su pierna derecha se envolvía en la cintura ajena. Descontrolada, necesitada de aquella ferocidad, comenzó a descargar su frustración en los labios del joven una vez más. Pero ella sabía que no iría más allá de eso, no hoy. Las manos de la Slytherin descendieron por la espalda del joven, introduciéndose bajo la camisa y ejerciendo presión con los dedos en la zona de la cintura. Aquel movimiento provocó que el joven se apretara contra ella, pudiendo la castaña sentir el bulto creciente bajo los pantalones de Robert. Soltó una risita, acompañada por un pequeño gemido, antes de volver a atacar sus labios sin piedad. A veces, las cosas no son como uno quisiera… pero, siempre son como deben ser.

Su lengua se introdujo en la boca de su compañero, quien le permitió el paso gustosa, y comenzó una guerra con la ajena por quien tomaba el control de la situación. En un rápido movimiento era Alice quien estaba sobre él ahora, tomándole de las muñecas y colocando estas sobre la cabeza de este. Mordió su labio inferior con furia. Unas pequeñas gotas de sangre comenzaron a brotar pero rápidamente las limpió con la punta de la lengua de forma seductora. Alice soltó un suspiro y se sentó, aún sobre él y ejerciendo presión hacia abajo con sus caderas. - ¿No me escuchas acaso? – preguntó, intentando tomar aire. Pareciese que aspiraba cualquier cosa menos oxígeno, pues en su pecho se estaba formando nuevamente aquel nudo incómodo que había perdido en cuanto sus labios se unieron. – Eres un idiota. – bufó, desafiándole con la mirada y levantándose de la cama. Alice tenía la maldita costumbre de no perderlo  de vista, y por eso no dejaba de mirarlo por sobre su hombro mientras se acomodaba la camisa nuevamente dentro de la falda. – No me vengas con que no puedes sobrevivir sin mí, y esas cosas. – Sus ojos dejaron de buscarlo a él y pasaron a buscar el paradero de su corbata. Cuando por fin dio con ella se acercó, inclinándose de forma insinuante para recogerla. – Hasta que no se resuelva esto, y asesine al maldito que ha comenzado con toda esta mierda, no te acercarás a mí. – sentenció con firmeza sin saber por qué había dicho eso. Cerró los ojos, frotándose el cuello mientras su subconsciente pronunciaba las palabras que ella misma no podía decir: "Cuando no entiendas las razones, deja de razonar y acepta…"

Alice se mordió el labio inferior, manteniendo su mirada altanera al frente, y esperando a que posiblemente el joven se levantase y acomodara su apariencia. Nadie podía saber lo que acababa de pasar, ni eso ni nada anterior.

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Mensaje por Robert A. Keane Dom Oct 05, 2014 5:37 pm

Asentí tranquilamente, claro que sabía con quién hablaba pero no por ello debía dejar de hacer preguntas que eran necesarias para conocer el estado en que se encontraba la morena. Porque descifrar expresiones o sensaciones de la gente no era un poder que tuviese entre manos, así que solo podía tener una ligera impresión de lo que la chica podía sentir ante la reacción que me mostraba pero, no siempre ésta era acertada. Como la que había obtenido ante la pregunta de los celos, aunque no sabía de que me preocupaba, esto era un encuentro sin sentimientos ¿Cómo podía pretender que ella sintiese algo más por mí? Ni que estuviera loco..

La unión de sus labios contra los míos fue esperada, pero no creí que la necesitase tanto hasta que se dio dicho contacto entre ambos miembros. Moví mi cabeza de un lado al otro intentando abarcar toda la superficie de sus labios, apretando éstos contra los míos ansiando más contacto, ansiando que las caricias pasaran al segundo nivel, fundiéndonos en la locura, el calor y el confort que brindaba aquella proximidad de nuestro cuerpos. Notaba las manos de la morena recorrer mi espalda, deslizarse hasta rozar mi piel, apretando mi cintura contra la de ella ahogando un gemido entre sus labios al tiempo que escuchaba su risa embriagadora. Más.. quería más, y esperaba verme saciado en aquel momento.  

Abrí los labios al notar como prácticamente irrumpía con su lengua en mi boca, profundizando el beso, buscando más contacto con ella, intentando saciar el deseo sexual que crecía en mi interior. Al centrarme en sus labios ni siquiera me percaté en el cambio de posiciones hasta que prácticamente me vi atrapado. Siendo acorralado por la serpiente que tenía encima mío y, no podía evitar sentirme verdaderamente cómodo con la situación que vivía. La miré a los ojos cuando ella mordió mis labios, sintiendo como la sangre corría e inundaba mis papilas gustativas con aquel sabor ferroso tan conocido por mi parte.

Sus palabras se hicieron oír después del cambio de posición y lo único que alcancé a decir fue una palabra-¿Qué?-pregunté confuso ¿Creía que justamente ahora iba a empezar a dialogar como al principio? No, ahora lo que quería era acción, nada de palabras, solo movimientos bruscos que acabasen con las necesidades internas que exigía mi sistema nervioso. Sus palabras y su posterior distanciamiento hacia mi persona me hicieron resoplar molesto ¿Y ahora que diantres ocurría? ¿Qué problema había con que nos acostásemos de buenas a primeras y dejásemos que los demás corrieran los rumores que les diera la gana? ¿Acaso no era verdad? Si, pero eso comportaba problemas, provocaba que mi relación con Tom se desplomase como un castillo de naipes y, no era algo que estaba dispuesto a soportar.

Apreté la mandíbula, ella era como una droga, que una vez probada no había marcha atrás, no había parches que evitasen la necesidad de volverla a probar una y otra vez ¿Así que de verdad podría vivir sin ella? Si, podía pero no estaba dispuesto a hacerlo, no me gustaba el resultado que había provocado en mi con un par de besos, en como mi cuerpo se había rendido a su yugo sin pelear ni un poco pero conseguía aceptarlo porque su figura me tenia propiamente hechizado-Tu tampoco puedes sobrevivir sin mí, así que no te crezcas-susurré antes de levantar la mirada hacia el techo posicionando mis brazos detrás de la cabeza, relajándome a pesar de la compañía que traía.

Reí sin poderlo evitar ¿Y quién me iba a impedir que me acercase a ella?-¿De verdad esperas que haga lo que me pides?-por qué si así era, no creía ni que durase ni un par de días antes de acercarme de nuevo, aunque por otra parte, esta vez había sido ella la que se había acercado a mí. Cerré los ojos y respiré hondo sintiendo una tensión inconclusa, si ella quería irse me parecía bien, pero.. si de verdad quería que permaneciese decente debería esperar a que la erección que había provocado en el interior de mis pantalones desapareciese, porque no estaba dispuesto a dejarme ver empalmado.
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Mensaje por Alice I. Slytherin Dom Oct 12, 2014 3:39 am

Cuando la corbata de la slytherin estuvo en su lugar ella ya no sabía que contestar. Las respuestas se habían esfumado al igual que la poca cordura que le quedaba y la sensación de relajación que ya no formaba parte de sí. Sus labios ansiaban recorrer cada centímetro del cuerpo ajeno, meterlo en una cama y hacerle olvidar hasta el nombre… pero su lado razonable se lo impedía y le aclaraba una y otra vez que ella tenía que ponerse por delante de sus sentimientos.
¡Al diablo con todos, ella si podía vivir sin él! ¿Cierto? Alice entreabrió los labios dispuesta a contestar a aquella acusación pero tan solo un gruñido obtuvo el joven como respuesta. Bien sabía la castaña que decirle que podía vivir sin él era una mentira, pero también sabía que podía hacer el intento. Aquel chico era tan creído como ella, si Alice no supiera tan bien lo que ella sentía hubiera creído que ellos estaban cortados con la misma tijera. El amor no existía en su idioma, pero la joven no podía dejar de pensar que a pesar de todo le apreciaba y no solo hacía esto por ella si no por él. ¿O a quién intentaba engañar con eso?

A Alice le temblaban las rodillas y los dedos de las manos. La ira nunca había sido un aspecto que ella controlase a la perfección. A veces tan solo llegaba y destrozaba todo lo que tenía a su paso. Quizá lo mejor era que fluyera y arruinara lo que tenía con Robert, pero realmente la slytherin no quería perderlo. – Si, lo espero. – contestó con frialdad. Alice se dio la vuelta y fulminó con la mirada al joven que tenía delante. El cabello despeinado, la incipiente barba, aquellos labios que aclamaban por su nombre. Alice se acercó a él dispuesta a besarle nuevamente pero se detuvo. ¡Basta! No podía dejar que nadie supiera esto, no podía arruinar lo que quedaba de su reputación. Alice Slytherin nunca sería vista como una puta, como la chica fácil, y tampoco podía explicarlo porque sabía que nadie entendería lo que le unía a Robert. ¿Cariño, conveniencia, nada en particular? – Superalo, Keane. – dijo mirando al frente. Alice se inclinó hacia delante, dejando a la vista el comienzo de sus pechos. Sus ojos se fijaron en la mirada de Robert. – Ya te lo he dicho, Keane. No te acercarás a mí, ¿Lo pillas o te lo escribo? – concluyó. El joven se quedó incrédulo, mirandola. Alice le regaló un guiño y con eso se colocó erguida, dándole la espalda y saliendo de la sala de los menesteres.

Nadie, jamás, perjudicaría a la Slytherin. Ni siquiera un estúpido rumor.

Alice I. Slytherin
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Slytherin
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